Un viaje a otro continente. Un profundo vuelo en el pozo de la infancia. Una reunión con la hermandad y la magia. Con esta novela corta (su ópera prima), Las cenizas del bastón, la escritora Eva Gavilán le ofrece un hermoso regalo, sin duda, a Cumaná cuando cumple sus primeros 500 años de fundada. Es una historia que nos permite descender, en el seno de la familia, al laberinto de los sentimientos. Merecedora del Premio en narrativa del Concurso Cumaná 500 años organizado por la Alcaldía del Municipio Sucre del estado Sucre, esta obra dramática ataviada con toques de poesía, es una pieza psicológica muy bien lograda, bien escrita, donde los personajes nos hacen parte del conflicto, de sus íntimas vivencias y doloroso proceso de renovación. Aquí, el Águila nos aproxima con su mirada, nos acerca más a la tierra, la culpa se hace cenizas en un objeto que nos perdona y nos redime. Este relato en filigrana de realidad e ilusiones, trenzada entre Cumaná y algún pueblo de España, también puede servir como alegoría para esta nuestra ciudad que clama por buenos afectos que la saquen de la oscuridad política y estructural donde, desde hace mucho tiempo, la han sumergido.
Acomodando los libros de mi librero encontré este pequeño libro, cuya portada tenía un mago viendo al horizonte con un bastón en la mano. Lo observé bien e intenté averiguar de qué trataba, ya que la sinopsis no me decía nada más que esta novela corta es la ganadora del Concurso Cumaná 500 años.
Al final, lo que quedó fue leerla.
En un resumen general de la obra, y sin dar spoilers, esta es la historia de una mujer que viaja a España a visitar a su hermana y a su madre, que tiene una enfermedad degenerativa, y en el trayecto encuentra un bastón, o más bien, el bastón la encuentra a ella. En realidad, este artefacto no es tan importante como las relaciones entre las hermanas, los recuerdos, la añoranza y temas de los que no hablamos nunca: la vejez.
Me sentí identificada con este libro, y eso que tiene una narrativa madura, vista desde la perspectiva de una mujer de cuarenta o cincuenta años (yo apenas llego a los veinticinco). En primera, nuestra protagonista vive lejos de su familia y nos muestra la añoranza y la emoción que se crea al visitar, después de un buen tiempo, a su madre y hermana. Toda esa ilusión que se crea en tu interior y que siempre puede irse al traste al llegar porque, siendo sinceros, tú no has estado ahí para ellos y han seguido con su vida, así que lo más probable es que no te enteres de los problemas gordos. En segunda, la sensación de haber una muralla inquebrantable entre tu familia y tú ya sea con todos o con una persona en específico.
Nuestra protagonista es un alma libre y su hermana es todo lo contrario. En eso de que las diferencias unen, aquí las separan, aun en contra de los deseos de la primera.
Y acompañando todo este enredo tan realista sobre las relaciones familiares, está la madre, quien ha perdido la lucidez en los últimos años, pero que de distraída no tiene nada. Ella está bajo el cuidado de su hija mayor, quien parece ver esta situación como una carga, una responsabilidad que hay que asumir.
Si sigo escribiendo daré spoilers, así que pasaré a decir mis impresiones.
Las cenizas del bastón tiene una narrativa casi poética, pero no se hace pesada. Es una novela corta, yo pude leerla en un par de horas. Es original y, sobre todo, realista. Los personajes son tan reales que podrían ser nuestros vecinos o amigos cercanos, así como los problemas a los que se enfrentan, que no por eso deja de ser interesante.
Recomiendo esta obra, porque tiene más trasfondo de lo que se ve a simple vista, es una lectura madura e inteligente.
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